jueves, 4 de marzo de 2010

Ahora algo mio

La Voz

Diálogos del Hombre, su Ira y Soledad.

(Una obra para un solo actor, que interpretará a tres personajes, el Hombre, un ser perturbado, con voz masculina y grave con un toque de nostalgia; la Ira, proveniente del mismo hombre, tiene una voz más rasposa y aguda, dejando claro un gran desprecio al escucharse; y por último la Soledad, una voz más serena, pero aun más triste que la del Hombre, más femenina y pasiva.)

Un pequeño cuarto oscuro tiene dentro a un hombre sentado sobre un sillón. Pareciera que está dormido, pero se mueve un poco, colocando una de sus manos convertida en puño sobre su sien, dejando que su cabeza pose sobre ella. Respira profundo, como si le costara o más bien no quisiera hacerlo.

Hombre: Esta es una noche tan oscura, pareciera que las estrellas no quieren… a quien engaño, las estrellas brillan igual que todas las noches, la luna está ahí como siempre. Soy yo quien no ilumina… Me siento solo, tan solo.

Ira: ¿Y por qué será? ¡Pues porque lo estás! Y no solamente solo, también abandonado, nadie está contigo, nadie quiere estarlo, te han dejado.

Hombre: ¿Pero por qué lo han hecho? No es lo que quiero.

Ira: De que hablas idiota, no te engañes a ti mismo, si eres tú quien los ha obligado. Tú decidiste estar solo.

Hombre: Quería que ellos me buscaran… quería sentirme apreciado

Soledad: Pero sólo lograste que nos quedáramos sin nadie.

Hombre: ¿Y tú quien eres? Nunca te habíamos escuchado.

Soledad: Soy tu soledad.

Ira: Una más que se une al círculo de los enajenados, malditos seres sin sentido y sin dueño que vagan en este triste cuerpo.

Hombre: Que más da, una menos, una más, estamos solos y lo sabemos y las cosas no cambiarán.

Ira: Porque eres un imbécil… no tenemos nada que ofrecer, ni lo tendremos, no eres nadie, no somos nadie.

Hombre: Lo sé… siempre lo hemos sabido… pero la voz muda de nuestra locura me alentó a seguir y pensar que la vida era buena, que podíamos estar en ella y al final ser felices.

Soledad: Por segundos tan largos yo, tu soledad, pensé con júbilo que ya no existiría.

Ira: Mas, no fue así, no fuimos merecedores de nada, ni bondad, ni placer eterno.

Hombre: ¿Dónde está la otra voz? ¿La voz de nuestra esperanza?

Ira: Esperanza ha muerto o si muerta no está, está tan débil que hablar ya no puede. Pero, no te preocupes, yo, tu Ira, y ella, tu Soledad, siempre estaremos contigo.

Hombre: Me siento tan desolado, vacío… sencillamente solo.


Luciano Meléndrez


Esta escena la escribí hace aproximadamente una semana y fue presentada hace una hora para mi taller de teatro. Creo que quedó bien expuesta, faltará conocer la opinión de la profesora la próxima clase.

Por si a alguien le interesa escuchar el audio grabado de la escena, deje un comentario pidiéndolo o mándeme un correo y con gusto se lo envío.

Buenas noches

No hay comentarios:

Publicar un comentario