jueves, 9 de enero de 2014

El Macho

El día de ayer fui a comer con una amiga a un restaurante vietnamita, y mi comida me encantó; era un plato de curry con pollo, pero el sazón que tenía jamás lo había probado antes y era a mi gusto muy bueno. Ya después de platicar un rato con un café en mano volvimos a su casa y en lo que se hacía hora de que pasara mi camión para volver a mi área de la ciudad, nos pusimos a ver la película de Despicable Me 2, pero ya que contaba con poco tiempo, solo pude ver el inicio de la misma.

Dentro de los detalles divertidos de la película hasta donde pude ver, fue la aparición de un personaje "mexicano", representación de todo lo cabrón que somos, y que obviamente su seudónimo era "El Macho".

Y esta es la razón de porque le puse a este post el título que tiene. 

Ahora hablemos de lo que en verdad quiero contarles. Como estoy viviendo en Canadá, es cosa de todos los días tener que afrontar los retos que vivir bajo una constante nevada conlleva. Retos como caminar por calles congeladas con el temor a resbalarte en el menor descuido, que la nieve se te meta dentro de las botas y se te congelen los pies, y claro, el tener que limpiar tu salida de la casa. 

Debido a diversos factores, nunca hemos tenido problema al salir de nuestra casa, por lo que mis compañeros de apartamento y yo nos hemos hecho de la vista gorda y durante largo tiempo no pusimos esfuerzo en quitar la nieve. ¿Y qué es lo que ocurre cuando dejas capas y capas de nieve que se compactan cada que pasas sobre ellas? Pues que cuando llegan las tormentas de hielo, la nieve se vuelve hielo de varias pulgadas de grosor, imposible de quitar con las palas de plástico que tenemos, y para colmo la superficie del hielo es tan lisa que ya sabemos que nos resbalaremos al entrar a casa. 

Además hay que sumarle que nuestra calle no es muy amplia y cuando llegan amigos de visita con carro no pueden estacionarse sobre la calle, por lo que en teoría deberían de entrar a nuestra área privada de estacionamiento, pero ya que es la misma área llena de hielo y nieve, el acceso a esta para los carros era imposible.

Viendo el lamentable estado de nuestra área de entrada, nuestra casera se compadeció de nosotros y nos trajo un saco de sal mágica usada en todo Canadá para derretir hielo no mágico, así que decidimos probar espolvorear la sal sobre el hielo, sin obtener muchos resultados. 

Más tarde el esposo de la casera llegó, y nos explicó que para que la sal mágica funcione hay que realizar un procedimiento especial, un ritual vaya, el cual necesita cierto objeto milenario. Nos abandonó para emprender la búsqueda de este objeto dentro de la zona prohibida (El Sótano) y después de unos instantes trajo consigo tan protegida posesión. 

Me hizo entrega del hacha ancestral, pasada de generación en generación en su familia por los últimos dos años y me explicó que para hacer funcionar la sal mágica y reducir la presencia del maligno hielo, habría que crear separaciones dimensionales en este, para debilitarlo, y poder mutilar la coraza protectora del mismo, dejando al descubierto su centro, cuya resistencia a la magia es casi nula. 

Y fue así como la mañana de hoy, mientras usaba una camisa de manga corta y estábamos a -10C, me puse a dar de hachazos al hielo de la entrada sin parar por casi una hora, sintiéndome como todo un canadiense en potencia; que agradable sensación la de ser violento por una buena causa. 

Nuestra entrada por fin está limpia, ya hasta dos carros se podrían estacionar sin problemas. Como experiencia de esta ventura y recordando tiempos atrás en la preparatoria cuando mi salón fue a una escuela de bajo recursos a ayudar a limpiarla y me dieron un machete para cortar las ramas de un árbol, llego a la inequívoca conclusión de que me gusta golpear objetos inanimados con utensilios punzo cortantes. Me da una sensación de paz y tranquilidad que se suma a un ataque de cólera y violencia que hace de mí una persona feliz. 

Nos vemos inexistentes.