El día que la tierra se detuvo

Como todos habrán supuesto, en esta entrada NO hablaré de la película homónima. De hecho tampoco hablaré de ninguna película, ni de un soundtrack o algún actor del cine. No hablaré del porqué de mi ausencia en los pasados 3 días ni de lo que pienso sobre las normas de la escuela. Es más no hablaré de nada sobre mí ni de lo que yo pienso.

Bueno... en realidad las últimas dos frases son mentiras. Estaría encontra de las bases teológicas sobre las que se sostiene este blog. 

Así que empezaré; Hoy fue un día lleno de vueltas. 

Y cuando digo "vueltas" lo digo casi literalmente. Empezando por el hecho de ir a recoger a mi hermano y sus amigos a la escuela, para después ir hasta el lado más alejado de la ciudad a pagar una multa de 300 pesos (En caso de que alguien creyera que no existían personas multadas por la nueva ley anti-celulares, soy su persona inexistente). Después, como si la vuelta no hubiera sido suficiente, fui hasta la casa de Isabel (del extremo opuesto al que me encontraba en ese momento) para comer Tepanyaki que cocinó mi futura suegra. Cabe decir que esta vuelta fue la menos molesta, ya que el resultado de ella fue delicioso, aunque también fue la vuelta más larga. 

Terminando de comer y platicar me fui a recoger ahora a Toño, mi compañero de Ping Pong, para ir a entrenar al CETYS. Y por ende, saliendo del CETYS fui a dejarlo antes de por fin llegar a mi casa. 

Creerían que todo ha terminado, mas las cosas no acaban cuando el carro se apaga. Al llegar a casa no pasan ni 5 minutos cuando me mandan por leche al OXXO. 

Entonces fue cuando pasó lo que me hizo abrir el Opera para escribir estas líneas. 

DIOS ME QUISO HACER MAMÁ (denuevo)

No se cual es su insistencia, pero creo que no ha comprendido que aun no es mi tiempo. Ni siquiera he comenzado a tener mi regla, lo cual es una irrefutable señal de que aun no puedo quedar embarazado. 

Pero se está aferrando mucho a la idea. Esta vez lo hizo de una manera que casi no pude negarme.

Imagínense la escena; Voy caminando por una calle oscura de camino al OXXO cuando de pronto, tras el doblar de una esquina aparecen dos preciosos bebés caminando torpemente y mientras sus ojos se mueven en busca de algo se topan con los mios, dejándome con la mirada, una gama de sentimientos suyos y mios entremezclados en mi mente y corazón. No sabía que hacer, ni que era lo correcto. El cielo me dejaba en mi frente un regalo divino, pero la carne me decía que no podía aceptarlo... era demasiado para un joven como yo la responsabilidad de cuidar no a una, sino a dos criaturas. 

Así que hice lo que toda persona que no está capacitada para ser madre haría. Seguí caminando de largo viendo como las criaturas intentaban seguirme el paso. Y en momentos lo lograban, y cuando sentía sus cuerpecillos tocando mis talones no podía mas que dejar que la ternura de sus miradas me contagiara unos instantes, antes de darme la vuelta y seguir con mi camino. 

Pero el momento de la verdad llegó cuando tuve que subir el puente peatonal para cruzar el periférico. Los recien nacidos no pudieron ni avanzar el primer escalón. Ubicaron su mirada donde debían de ver mis ojos, pero la luz detrás mio dejaba mi cuerpo como una silueta negra y nada más. Abandonaron la esperanza y resignados se alejaron. Proseguí subiendo las escaleras intentando no voltear atrás cuando escuché como un carro atravezaba el periférico como vólido; mi corazón se detuvo y presintiendo lo peor giré completamente, peinando mi campo visual en busca de los pequeños. Y así como lo presentí, así fue.

Los vi siguiendo a un nuevo extraño, una nueva madre en potencia. No habían pasado ni 10 segundos cuando se habían olvidado de mi, dejándome el corazón partido y ya tenían a alguien más. 

Pero supongo que así es la vida y más cuando te encuentras con dos bebés perritos.