Escribo, todo el tiempo, aquí y
allá, en la mente o sin ella
Escribo, cuando pienso o analizo, cuando veo lo que existe o imagino
lo que no.
Escribo tanto que he vuelto de la
escritura mi prostituta casera, acompañante de la vida galante que por poco
cambio se deja manosear por mi mirada día tras día.
Escribo sin escribir, con los ojos,
porque escribir con los dedos cansa y
agobia el alma. Dibujar signos incoherentes con coherencia añadida del intento
de volvernos dioses no es más que una fanfarronería para mí.
Pero a veces fanfarroneo y escribo
escribiendo. Me doy asco al hacerlo, la verdad
soy egocéntrico, no me basta el escribir; quiero más, quiero que se
escriba de mi escritura.
Mi puta me mira triste cuando
escribo así. Sabe que como a diario la estoy usando, pero ya no por placer;
deja de ser mi objeto sexual, pera volverse un ente más, el peldaño para putas
más grandes.
Aun así, nunca olvido a esa primera
golfa; la zorra sencilla y bonita que podía tener por un precio insignificante.
Su sonrisa franca y a veces cansada que estuvo allí en los primeros
despertares.
A ella no le importaba si terminaba
o empezaba, si escribía sin sentido o la deleitaba con palabras bellas. Solo
estaba ahí y sonreía, por horas o minutos, tanto como yo quisiera pagarle.
En memoria de esa puta es que me
repugno. ¿Escribir escribiendo? Petulante actitud que he tomado. Para que
plasmar si estas palabras no son suficientes. Escribir sobre escribir
escribiendo no tiene sentido, no tiene ni siquiera caso el terminar este